viernes, 13 de febrero de 2009

ALEJANDRA SEGOVIA



por José Jesús Villa Pelayo

Basta con escucharla recitar alguno de sus poemas o los poemas de algún otro poeta, como Mahmud Darwish o Víctor Valera Mora, para percibir la inasible energía telúrica que emana de su voz, de su sangre, de sus huesos, de sus raíces; es la misma energía (que los chinos han llamado
Chi’ desde tiempos inmemoriales) y que habita su poesía, como una ráfaga de bala o fuego, como la llama de Bachelard, La Flamme d’une Chandelle.
Alejandra Segovia (Caracas, 1973) es una poeta vital, fundamentalmente vital, un espejo que todo lo refracta, speculum de las vibraciones de la calle (incluso de las más lejanas y desconocidas).

Todo lo inquiere, todo lo señala, todo lo escudriña, Alejandra es uno de esos poetas capaces de percibirlo todo, el ruido de las aceras, las voces de la ciudad, los vericuetos anímicos de las avenidas y edificios, el grito informe de la gente humilde, a quienes ella devuelve esta virtud con poemas que son bocanadas de aire, respiraciones de los objetos sub mundo.
Alejandra ha conocido vericuetos subterráneos que la acercan a la vida pero también a la muerte, como Prometeo ha raptado el fuego y ha caminado junto al precipicio; y es, precisamente, en ese dístico claridad/oscuridad, luz/sombra en el que se desplaza la materia viva que configura su poesía, aquella en la que todos los mundos subterráneos son desvelados ante una diafanidad sin límites, sin divisiones, sin máscaras.
Ese estremecimiento eleusino, ese habitad terrenal/celestial, ese fondo binario de luces de alcoba y monasterio la rondan, ágiles aves que salen y se desplazan y vagan en medio de sus versos.
El otro es ella misma. Con sus dudas, pasiones e intersticios. Con su fuerza anular. Hay un cielo sobre el cielo de sus versos de tierra y calle. La iridiscencia es el ánima de sus poemas.
Extrovertida, ágil, fuerte pero paradójicamente frágil, Alejandra Segovia pertenece a ese nuevo e importante grupo de poetas venezolanos del siglo XXI, que han sido forjados en la fragua de la cultura y la política.
Licenciada en Artes por la Universidad Central de Venezuela, Profesora de Ética de la Universidad Bolivariana, de Geopolítica, conductora y productora, durante muchos años, de programas radiales de enorme impacto.
En el año 2006, publicó su primer poemario Entre la miel y el látigo que es epítome de todas sus circunstancias, encrucijadas y laceraciones vitales.
En uno de sus poemas escribe:

Aléjate,
busca el corazón en tus silencios,
haz una entrada, aunque sea pequeña
deja pasar al aspirante.
Admite la ternura
consúmete
el contenido de la poesía y
de la vida.
Evoca la lucidez,
la música de los sentidos.
No seas como la soledad.
Di madre, amigo, luna
pronuncia las palabras
de apertura a tus razones

Alejandra y su poesía son, sin duda, una unidad indivisible, quien no parece temerle a nada, más que a ella misma, quizá a esa fuerza telúrica, urbana, que es, sin duda, arrolladora: se trata de una energía creativa que emerge de ella, la circunda y la define.
Voz de la disidencia, de la denuncia y de la resistencia, su poesía, la del futuro, está en sus manos, en ese estremecimiento que tan sólo a ella le pertenece.