domingo, 9 de agosto de 2009

ELEAZAR LEÓN




por José Jesús Villa Pelayo



Sin duda, siempre recordaremos a Eleazar León por su valentía, su coraje, su ausencia de temor a la hora de decir lo que pensaba, lo que sentía. Siempre estuvo del lado de las verdades y de las resonancias, de la integridad.

Su voz profunda, atildada, fina, cromática, invocaba la poesía; indefectiblemente habitada por sus ecos. En él (y en su palabra) siempre algún verso, algún poema; podía recitar muchos de memoria, porque convivía, abierta y deliberadamente, con el hecho poético, con los habitantes de la poesía. Era uno de esos habitantes habituales, fugaces, como todos.

Su poesía era una hábil y sagaz mezcla de sabiduría, percepciones, imágenes cotidianas pero universales, emociones, amor, sobre todo aquel que no se encuentra con frecuencia, ése que ansían y ofrecen los trovadores ante las inaccesibles damas de los castillos imposibles y sus cortes. Oservador atento del mundo y sus objetos.

Podía componer un soneto o una cuarteta al estilo del siglo de oro español con una descomunal naturalidad y facilidad o, de igual manera, un poema novedoso y provocador. Tenía el don de la poesía. Decir que es y fue uno de los más extraordinarios poetas de la Venezuela del siglo XX sería simplemente redundante. Lo fue, lo es, porque preferimos pensar que no se ha ido, que el 7 de agosto del año 2009, Eleazar León fue arrebatado por los ángeles de la poesía, por la escala de Jacob, al lado de Hoelderlin y de los grandes poetas iluminados.

Fue mi profesor en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, asistí a su taller, pero también fue mi amigo. Crítico mordaz del sistema, del establishment. Recordaba a los grandes poetas disidentes como Ezra Pound.

Eleazar se tomaba muy en serio la poesía, así como enseñarla. Porque era básicamente un maestro, uno genuino. Nació en 1946; por tanto, era un vástago de la II Guerra Mundial y de la Venezuela que nacía con Médina Angarita y López Contreras, la Venezuela post gomecista. Nació como un hombre del pueblo, en Caracas, y nunca pretendió ser nada más que eso, un hombre y un poeta del pueblo, y por supuesto, del mundo, porque su aliento era universal y universalista.


Sabía reconocer el talento, como pocos. No era egoísta. Eleazar nos marcó, su poesía, su voz, sus enseñanzas, su vida que trasvasaba poesía. Amaba a Khayyam, a Borges, a Pound, a Eliot, a Li Po. Era un desterrado entre los desterrados.

Eleazar nació en la ciudad de Caracas. Era Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela, y profesor de la Escuela de Letras, después de los día de la Renovación. Pertencció al famoso Taller Calicanto, dirigió el Taller de Poesía de la Escuela de Letras y el del CELARG. Entre los libros que publicó se encuentran: Precipicio de pájaros (1971), Por lo que tienes de ceniza (1975), Estación durable (1976), Cruce de caminos (1977), Palabras del actor en el café de la noche (1982), A la orilla de los días (1982), Reverencial (1991), Hechura de palabras (1992), Cuartetas (1993), Descampado (1999), Papeles para un adiós (2004) y Rubayyats (2009).

Murió un día de agosto, el séptimo día del mes de Augusto, él que tanto dio de sí, que tanto amaba la poesía y la tradición poética, que traducía, con sencillez, a sus alumnos, en sus clases. He aquí uno de sus poemas (del libro Reverencial):

Ningún camino me pertenece
ni yo soy suyo para nada. ¿Quién atesora
migraciones de nubes a la orilla del viento?
Abro los días por la puerta del mar
y en las corrientes planto mi casa, bebo
los torbellinos.
La luna me comprende con estaciones de intimidad
y luego vamos cada quien, ella creciendo
con mi lumbre por dentro, yo con la capa
de los jinetes a pleno sueño.
Ondulaciones en la hierba, sé sus andanzas
de lluvia o sol, y el vencimiento de los árboles
muertos por hacha, y el corazón
abierto de las piedras.
Nada retiene bajo su luz, y así mi abrazo
rodea las cinturas de las espumas
y cuando nazco de raíz pienso en el aire
y el horizonte sobre mi mano.
Se me vuelve un tesoro
los días del universo.
Sus regalos destellan
por el instante de mi voz
y pronuncio la fuga de las arenas en mi puño
con júbilo las estrellas
y hago silencio.

Finalmente, reproducimos aquí el documental de Miguel Guédez sobre Eleazar León, insigne poeta de las letras venezolanas: