domingo, 7 de octubre de 2007

DIARIO DE ALEJANDRÍA

por José Jesús Villa Pelayo
28 de Noviembre, 1992

Mi diario comienza este oscuro día de F-16s, Mirages, relámpagos y tambores de guerra. Ayer se estremecían las ventanas. Los cristales a punto de estallar, como si el cielo implorara estallar también y estuviéramos destinados al relámpago, a la ausencia de gravedad, a la mutilación. Entretanto, algún avión de combate rompe la barrera del sonido. Con misiles, bombas y huracanes. Como ha escrito Octavio Paz: “Palpitación del espacio celeste”. La confusión aún invade esta ciudad, llamada Necrópolis por los arquitectos del mundo. La voz de la rebelión invita al descampado, al asalto. Eichendorff nos convoca, nuevamente, al ágora, a la plaza pública. Hölderlin invoca otra vez el espíritu del pueblo: “O heilig Herz der Völker, o Vaterland[¡Oh! sagrado corazón del pueblo. ¡Oh! Patria].
* * *
Se trata de una situación grave. Y una incipiente calma gobierna las calles, un día después. Sin embargo, hay un universo indecible afuera: aceras vacías, giro de soldados, gravitación de piedras. No hay tiempo para la poesía. El tiempo de la poesía ha muerto. El tiempo de la poesía siempre muere. Algo de música tal vez: “Ein feste Burg ist unser Gott” [Castillo fuerte es nuestro Dios], el estremecedor himno de Martín Lutero; “Orinoco Flow” [“El Orinoco fluye”] de Enya, mi canción desde mediados de 1991; “Take Me Out To The Ball Game” [“Llévame al juego de pelota”] en la voz de Harry Caray, grabada durante un juego de los Chicago Cubs [Cachorros de Chicago] en el estadio Wrigley Field; y “Chanson einer Dame im Schatten” [Canción para una dama en la sombra] de Ute Lemper. Todavía recuerdo el 4 de Febrero. Me había quedado dormido, a las 10 de la noche del día anterior, sin desvestirme. Estaba deprimido y no preparaba mi cama antes de acostarme. A las 12 ó 12 y 30 me levanté bajo el ruido, demasiado cercano, de balas nocturnas, una especie de tromba de fuegos artificiales, un griterío de armas, una implosión de la ira de la Historia. Esa noche de artificios había leído algunos versos del poeta de la isla de Santa Lucía, Derek Walcott, quien después ganaría el Premio Nóbel de Literatura: “The night, with the sky sparks frosty with fire” [Aquella noche, con chispas celestes y heladas, con fuego] y fragmentos del Fausto [Faust] de Goethe (la obra iniciática de un conspirador titanista, luciferino, iluminado en los misterios de la ambición de poder; prácticamente intraducible sin la perdida irreparable del astuto artilugio musical de sus versos): “La noche de Walpurgis” [“Walpurgisnacht”]:

Doch droben möcht ich lieber sein!
Schon seh ich Glut und Wirbelrauch.
Dort strömt die Menge zu dem Bösen;
Da muß sich manches Rätsel lösen.
……………………………………………………
¡Pero arriba quisiera estar!
Observo ya el resplandor y la humareda.
Corre la multitud hacia el mal;
Deben allí resolverse muchos enigmas.

Fausto es imagen de Prometeo, de la pleonexia; y su doble, Don Quijote, representación poética de la ausencia de ambición de poder, conocimiento o eternidad. Fausto (y su anhelo de inmortalidad) es el Atlas de Shelley o Ayn Rand (en su novela La rebelión de Atlas [Atlas Shrugged]) y el Titán de la Oda de Byron:

Titan! to whose inmortal eyes
the sufferings of mortality,
Seen in their sad reality,
Were not as things that gods despise…
………………………………………………………
¡Titán! para cuyos ojos inmortales
Los sufrimientos de la mortalidad
Parecen, en su triste realidad,
Cosas que los dioses no desprecian.

La noche del 4 de Febrero, probablemente a las 12:30 de la madrugada, me despertó un ruido de bayonetas y tanques. Porque entonces vivía a unas pocas cuadras, calle arriba, del Palacio de Gobierno. No sabía lo que sucedía. Pero mientras yo dormía se estremecía la Tierra.